septiembre 11, 2025

Hoy México entero llora.
Por Dámaris Morán

La tragedia ocurrida en Iztapalapa no solo dejó a su paso destrucción material, sino también escenas que quedarán grabadas en la memoria de todos: cuerpos calcinados, personas caminando con la piel deshecha, familias enteras atrapadas en un infierno de fuego. Es imposible no estremecerse al imaginar el dolor de aquellos hombres, mujeres, niñas y niños que, en cuestión de segundos, vieron sus vidas destrozadas por un accidente que pudo evitarse.

La explosión de esta pipa de gas no es solo un hecho aislado, es un espejo de lo que muchas veces hacemos como sociedad: la imprudencia al volante, el exceso de confianza, la falta de responsabilidad en cada decisión. Un conductor que va demasiado rápido puede cambiar la historia de decenas de familias; un instante de descuido puede arrancar vidas, puede borrar hogares, puede dejar un país de luto.

En momentos como este, surge la pregunta: ¿qué tanto valoramos realmente la vida? Porque si condujéramos con la conciencia de que en nuestras manos llevamos no solo nuestro destino, sino el de todos a nuestro alrededor, quizá muchas tragedias como esta nunca ocurrirían. No se trata solo de leyes o sanciones, se trata de humanidad, de empatía, de entender que cada acto de imprudencia deja marcas imborrables en quienes pagan las consecuencias.

Hoy, México se une en un mismo sentimiento: dolor, impotencia y rabia. Que este desastre no quede solo en titulares y estadísticas. Que el sacrificio de las víctimas nos despierte, que su memoria nos enseñe a ser mejores, a conducir con responsabilidad, a vivir con más conciencia de que no estamos solos en el camino. Porque detrás del volante, cada decisión es vida o muerte.